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Foto del escritorHarper Ease

Imágenes guiadas para la paz interior: una sesión de práctica personal con Harper Ease

Cuando quiero practicar la imaginación guiada por mi cuenta, lo primero que hago es buscar un espacio tranquilo y cómodo donde nadie me moleste. Me gusta elegir un lugar que me haga sentir segura y tranquila, donde pueda sentarme o acostarme y relajarme de verdad. A veces enciendo una vela o pongo música suave de fondo, pero otras veces simplemente disfruto del silencio. Me aseguro de estar cómoda físicamente, ya sea con una manta acogedora o un cojín suave, para que mi cuerpo esté completamente a gusto.

Una vez que estoy acomodada, cierro los ojos y comienzo a respirar profundamente. Inhalo lentamente por la nariz y exhalo por la boca, dejando que mi respiración me conecte a tierra. Con cada respiración, libero toda la tensión de mi cuerpo, comenzando por la cabeza y bajando hasta los dedos de los pies. Dejo que mi cuerpo se vuelva pesado y relajado, preparándome completamente para la visualización guiada.


En este punto, le doy vida mentalmente al escenario que he escrito. Si lo tengo frente a mí, lo leo lentamente o, a veces, me grabo leyéndolo antes para poder simplemente escuchar. Me permito hacer una pausa entre las palabras, para sumergirme por completo en la visualización. Por ejemplo, si me imagino caminando por una playa, imagino el calor del sol en mi piel, el sonido de las olas rompiendo suavemente y la sensación de la arena entre mis dedos de los pies. Utilizo todos mis sentidos (vista, oído, tacto, incluso olfato) para transportarme realmente a la escena.


A medida que continúo con la imaginería guiada, no me limito a imaginar el entorno, sino que trato de sentir las emociones que lo acompañan. Si se trata de un prado tranquilo, me conecto con una sensación de calma y seguridad. Me permito experimentar plenamente los sentimientos de comodidad y relajación que el escenario está diseñado para evocar. Es importante dejar que esas emociones positivas fluyan a través de mí, profundizando mi conexión con la imaginería.

A veces mi mente puede divagar, y eso está bien. Cuando eso sucede, con delicadeza guío mi atención de nuevo hacia el escenario. Me concentro en las sensaciones que estoy experimentando en las imágenes (las imágenes, los sonidos o los sentimientos), lo que sea que me ayude a permanecer presente. Me tomo mi tiempo con este proceso, permitiéndome experimentar plenamente cada momento sin apresurarme.


A medida que me acerco al final del escenario, empiezo a regresar lentamente al presente. Me imagino que abandono el lugar tranquilo y vuelvo a donde estoy ahora. Muevo los dedos de las manos y de los pies, respiro profundamente y abro suavemente los ojos. Me tomo un momento para observar cómo me siento, física, mental y emocionalmente. A menudo, me siento más en paz, más arraigado.


Por último, me tomo unos minutos para reflexionar sobre la experiencia. A veces escribo un diario sobre ella, anoto cómo me sentí o qué me llamó la atención durante la visualización. Llevar un registro de estas sesiones me ayuda a notar patrones y crecimiento a lo largo del tiempo, lo que hace que la práctica sea aún más significativa.

Al practicar con regularidad, he descubierto que la visualización guiada es una forma muy poderosa de acceder a la calma interior, la sanación y la claridad. Es algo a lo que puedo recurrir siempre que necesito reconectarme conmigo misma y recargar energías.


En conclusión, la imaginería guiada es una práctica transformadora que nos permite acceder a nuestra calma interior, promover la curación y restablecer el equilibrio en nuestras vidas. Al crear un entorno tranquilo, centrarnos en la respiración y participar plenamente en la imaginería, podemos reconectarnos con nosotros mismos y lograr una sensación de serenidad y claridad. Para mí, estos momentos de imaginería guiada son una forma poderosa de centrarme, especialmente después de un largo día de cuidar a los demás. Y después de cada sesión, me encanta completar la experiencia con un ritual personal: preparar una taza caliente de la bebida que me apetezca, ya sea un café intenso o una infusión relajante. Este simple acto pone fin a la práctica con suavidad, conectándome con el momento presente mientras bebo un sorbo y reflexiono, lista para afrontar el día con energía renovada y calma.

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