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Foto del escritorHarper Ease

Desventuras con el macchiato y noches con el macchiato: una idea de diario que nació de la risa

Actualizado: 3 nov

Trabajar como enfermera en la sala de urgencias de un hospital de Nueva York con mucha actividad significa estar en constante movimiento. Los turnos son largos, las emociones están a flor de piel y es raro encontrar momentos para relajarse. Por eso, después de más de seis meses sin un verdadero descanso, cuando mis amigas me propusieron salir con chicas, acepté. Era exactamente lo que necesitaba: unas horas lejos de la locura, ponerme al día con mis amigas tomando un buen café y simplemente relajarme.

 

Decidimos encontrarnos en esta linda y pequeña cafetería a las afueras de la ciudad. Tenía un ambiente encantador y rústico con acogedores asientos al aire libre y música en vivo todos los viernes por la noche en otoño. La cafetería no era un lugar común y corriente: era conocida por su ambiente relajado y su delicioso café. El lugar perfecto para relajarse.

 

En nuestro grupo estaba Lola, una de mis mejores amigas. El acento latinoamericano de Lola siempre le daba un toque único a su forma de hablar y se convirtió en una parte entrañable de su personalidad, por la que bromeábamos con ella con cariño. Ella lo aceptaba y se reía con nosotros, lo que lo hacía aún más divertido.

 

Mientras decidíamos qué pedir, el café se volvió más ruidoso con las conversaciones, el tintineo de las tazas y la banda afinando sus instrumentos. Nuestra camarera se acercó a tomar nota de nuestros pedidos de café y Lola, sentada más cerca de ella, se giró para preguntar su nombre. La camarera respondió, pero con todo el ruido, era difícil escucharla.

 

“Creo que dijo que se llamaba Maggie”, nos susurró Lola. Pero, por supuesto, con el encantador acento de Lola, salió “Maki”.

 

Sonreímos, pero el momento pasó rápido mientras hacíamos nuestros pedidos. Unos minutos después, cuando la camarera se alejó, Lola levantó la mano y gritó con seguridad: "¡Maki!". La camarera se dio la vuelta, asintió y siguió su camino.

 

No le dimos mucha importancia hasta que, un rato después, la camarera regresó con todas nuestras bebidas. Pero en lugar de simplemente dejarnos los cafés, colocó un macchiato perfectamente preparado frente a Lola.

 

Lola se quedó mirándolo, parpadeando confundida. “Yo no pedí esto”, dijo, volviéndose hacia nosotros con una mirada desconcertada. Fue entonces cuando lo entendimos.

 

—Dios mío —me reí—. ¡Ella pensó que estabas pidiendo un macchiato y no la estabas llamando por su nombre!

 

Y así, sin más, nos echamos a reír, con esa risa profunda e incontrolable que te deja sin aliento y con lágrimas corriendo por tu rostro. Lola se portó bien, pero la expresión de su rostro cuando llegó el macchiato no tenía precio. Fue uno de esos momentos que ninguno de nosotros podría haber predicho, pero se convirtió en una broma interna instantánea.

 

A medida que la noche iba llegando a su fin y nos despedimos, no podía dejar de pensar en lo importantes que son estos momentos, los momentos en que la vida nos sorprende con alegría, incluso de las formas más simples. Pensé en cómo esa noche, llena de risas, amor y buenos amigos, era algo que quería recordar. ¿Y qué mejor manera de recordar esa noche que crear un diario?

 

Fue entonces cuando surgió la idea de Macchiato Nights Daily Journal. Un diario que capturara el espíritu de esos momentos espontáneos e inolvidables con amigos, de esos que traen risas y alegría, incluso cuando las cosas no salen como se planearon. Imaginé un espacio donde las personas pudieran reflexionar sobre sus propios “momentos Macchiato”, anotando las pequeñas alegrías no planificadas que enriquecen la vida.

 

Porque si hay algo que aprendí esa noche es que reír con amigos es un regalo y, a veces, los mejores recuerdos surgen de cosas que no esperabas, como pedir un macchiato por accidente.

 

Y ahora, cada vez que me siento a leer mi diario, recuerdo aquella tarde de otoño, el sonido de la banda tocando de fondo y las risas que compartimos mientras tomábamos una simple taza de café. Las noches de macchiato se convirtieron en algo más que una idea para un diario: se convirtieron en una forma de recordar esa alegría, sin importar lo ajetreada que sea la vida.


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